En el año 1838, en una pequeña tienda en el corazón de Greenwich Village, Nueva York, nació lo que hoy conocemos como C.O. Bigelow, la farmacia más antigua de Estados Unidos. Su fundador, el Sr. Bigelow, no solo vendía remedios, sino que ofrecía algo mucho más valioso: cuidado personalizado y auténtico, en un tiempo en que la relación entre farmacéutico y cliente era casi un arte.
Al entrar a la tienda, los clientes eran recibidos con el aroma de hierbas y esencias naturales, mientras el Sr. Bigelow, con bata blanca y una sonrisa amable, creaba fórmulas a medida. Cada remedio, cada ungüento, era hecho a mano, con una meticulosa atención al detalle y un profundo conocimiento de la botánica. No era solo una tienda, era un refugio donde las personas encontraban alivio y bienestar.
A lo largo de los siglos, C.O. Bigelow ha mantenido viva esa tradición. La esencia del viejo boticario sigue presente, pero ahora combinada con los avances modernos. De los remedios caseros a las sofisticadas cremas y lociones que hoy ofrecen, la marca sigue siendo fiel a sus raíces.
Hoy, C.O. Bigelow no es solo una farmacia; es un legado vivo. Es la historia de una marca que, siglo tras siglo, ha cuidado de sus clientes con la misma pasión con la que empezó.